El crecimiento de la ciudad contemporánea induce a una reflexión sobre el proyecto arqui­tectónico donde es imposible discernir entre campo y ciudad. La línea que hasta hace poco separaba el terreno construido del paisaje rural es cada vez más confusa. Arquitectura y campo se superponen y obligan a investigar sobre es­tos denominados terrenos intermedios. Estos terrenos intermedios tienen la particularidad de estar constituidos de naturalezas diferentes donde se producen infiltraciones entre lo natural y lo artificial, un tema sugerente para el proyecto contemporáneo, en tanto que le permite incluir referencias del paisaje no construido como si se tratara de una posibilidad más entre tantas. Por otro lado, debe pensarse el paisaje natural como algo compatible con una arquitectura que, más allá de camuflarse con la naturaleza, reutilice sus escalas, medidas, colorido y formas propias. En definitiva, se trata de hacer compatible la arquitectura y la naturaleza, yendo más allá de la clásica concepción de objeto sobre fondo pai­sajístico, lo que lleva a pensar en una arquitectu­ra que se trabaja y piensa como una naturaleza, y una naturaleza que se acota y mide como una arquitectura.


La Universidad Pablo de Olavide está situada a las afueras de Sevilla, en la antigua Universidad Laboral. Dada la creciente demanda de nuevos aularios y residencias de estudiantes, la univer­sidad convocó un concurso de ideas para la dotación de dichas instalaciones, así como para plantear la ordenación del campus. A partir de la propuesta ganadora del concurso, se nos encargó un edificio de 24 aulas y diversos de­partamentos en la nueva zona de crecimiento. Situado sobre un campo de girasoles, el nuevo aulario pretende ser el primer edificio de la futu­ra ampliación de la Universidad Pablo de Olavi­de hacia el terreno de cultivo.
El edificio propuesto configura debajo de sí un corredor exterior cubierto en plena naturaleza. Desde un principio, éste se planteó como un elemento primordial del proyecto, pues se consi­dera el aulario como la cabecera de acceso a una serie de edificios docentes futuros. Además, dicho corredor pretende identificarse con el corredor exterior, que ya es símbolo del antiguo campus universitario.


El carácter bajo y longitudinal que adquiere el edificio es fundamental para conseguir la máxi­ma integración con el paisaje; gracias a la libera­ción del suelo en planta baja, el edificio crea su propia calle de acceso y puede construirse sin necesidad de una urbanización previa; es decir, se puede construir el edificio directamente en el campo. Si partimos del acceso principal del campus, conforme se avanza por el terreno de cultivo, ‘deslizándonos bajo la cubierta del nuevo edificio, nos encontramos con dos pabellones.
El primero, a la derecha, aloja al bedel que reci­be, informa Y controla el funcionamiento del au­lario; el segundo alberga la escalera principal de acceso a las aulas del nivel superior. Conforme avanzamos a cubierto, a la derecha vemos que el terreno natural se cuela bajo la cubierta; a la izquierda, en cambio, nos vamos encontrando una serie de suaves rampas que nos conducen
a las aulas en planta baja y a los núcleos de co­municación vertical por los que se accede a las aulas y los departamentos del nivel superior.

Es importante señalar la existencia de este corredor, que no sólo se comporta como una calle cubierta de acceso, sino que constituye un espacio de unión, de ventilación e ilumina­ción de las aulas y departamentos. Su sección quebrada nos permite llevar el espacio exterior al corazón del edificio, consiguiendo una ventila­ción cruzada y una iluminación del espacio cen­tral mediante una serie de lucernarios situados entre pórticos estructurales.
Las distintas áreas de aulas y departamentos están comunicadas entre sí, no sólo el nivel de la planta baja de accesos, sino también en el nivel superior, gracias a unos pasillos con ilu­minación natural y a unos puentes de comunicación transversales que, a su vez, marcan un ritmo y dan funcionalidad al edificio. Estos puentes contienen un espacio cubierto no climatizado, con huecos al exterior en las fachadas principales, cuya finalidad es proporcionar un espacio de relajación para los alumnos y los profesores en el nivel superior, desde donde contemplar el paisaje entre clase y clase.

 

 

 

The growth of the contemporary city leads to a kind of thinking about the architectural project in which it is impossible to distinguish between countryside and city. The line that until recently separated the built terrain from the rural landscape is ever more confused. Architecture and countryside are superimposed and oblige us to investiigate these so-called intermediary pieces of land. These intermediary pieces of land have the distinction of being constructed of different natures, in which infiltrations are produced between the natural and the artificial, a suggestive theme for the contemporary project inasmuch as it enables it to include references from the non-built landscape as if it were a question of one more possibility among many. Moreover, the natural landscape must be thought of as something compatible with an architecture that, above and beyond camouflaging itself with nature, reutilises nature’s own scales, measurements, colouring and forms.
In short, this means making architecture and nature compatible by going beyond the classical conception of an object against a landscape background, wich leads us to think of an architecture that is worked on and thought of as a kind of nature, a nature that is surveyed and measured like architecture.
Pablo de Olavide University is situated on the outskirts of Seville, in the former Workers’ University. Given the growing demand for new classroom blocks and students’ residences, the university convoked an ideas competition for the endowment of such installations, as well as for planning the development of the campus. On the basis of the competition’s ‘winning proposal, it commissioned a building with 24 classrooms and offices from us in the new growth area. Situated in a field of sunflowers, the new classroom block seeks to be the first buiding in the future extending of Pablo de Olavide University in the direction of the farmland.
Beneath it, the proposed building configures an outside covered corridor in full nature, which is posited from the first as a basic feafure of the project, since we consider the classroom block as being in the forefront of access to a series of future teaching buildings. Furthermore, thats corridor seeks to identify with the exterior corridor, which is already a symbol of the old university campus. The low, longitudinal character the building acquires is fundamental to attaining maximum integration with the landscape. Thanks to the freeing up of the ground surface on the ground floor, the building creates its own access street and can be constructed without the need of prior urbanisation; that is to say, the building can be constructed directly in the field. If we proceed from the main entrance to the campus, as we make our way across the farmland, gliding beneath the cover of the new building, we encounter two pavilions. The first, to the right, is home to the head porter, who receives, reports on and controls the functioning of the classroom block. The second accommodates the main staircase giving access to the classrooms on the upper level. As we advance under cover, to the right we see how the natural terrain slips beneath the roofing. To the left, on the other hand, we gradually encounter a series of gentle ramps that take us to the classrooms on the ground floor and to the vertical communications cores by which we accede to the classrooms and offices on the upper level.
It is important to point out the existence of this corridor, which not only behaves like a covered access street, but constitutes a space of gathering, ventilation and illumination of the classrooms and offices. Its zigzagging section enables us to bring outside space to the heart of the building, thus arriving at a cross-ventilation and illumination of this central space by a series of skylights situated between structural porticos.
The different classroom and office areas intercommunicate, not only at the ground-floor entrance level but on the upper level, too, thanks to passageways with natural lighting and to transversal communications bridges that give rhythm and functionality in turn to the building. These bridges will have a covered, non-air-conditioned space with openings on the outside of the main facades, the goal of which is to provide a relaxation space for students and teachers on the upper level to contemplate the landscape between classes.