El conjunto edificado llamado Casa de Postas constituye el origen y la justificación histórica del núcleo urbano que hoy conocemos como el Cuervo. Estas construcciones que hemos heredado, dan constancia de la aparición de “un lugar especifico” determinado por una encrucijada de caminos marcada por “la parada” necesaria en las rutas de la zona para renovar los animales del tiro de los carruajes y proseguir el camino. Esta parada, construye un espacio físico-temporal indefectiblemente unido a cada ruta. El lugar nace como consecuencia de la parada y sus límites originales eran más temporales que físicos, el área de aquel lugar vendría determinada por el paseo a pie de los viajeros durante la interrupción del viaje. Aquel soporte-edificación cumplía una misión básica económica y eficaz: comer, beber, dormir y recuperar o cambiar el tiro del carruaje que se tratase. Aquella arquitectura consistió en unas cuantas crujías de muros de mampuestos que soportaban pares de madera cubierta por una tablazón y tejas. Probablemente no quede nada de aquella construcción original; la que hemos heredado aprovecho sin duda aquellos materiales y elaboró una topología más representativa y acorde a la consolidación de aquella parada: “el lugar”.
La dualidad entre objeto y lugar será determinante para cada una de las decisiones que se han tomado a lo largo del proceso de investigación del proyecto.
El objeto, las construcciones hometéticas en forma de recinto cerrado, no tienen un gran valor material, quizás la memoria de algunos sistemas constructivos. Solo “lo elemental”, nos parece realmente atrayente, esencial. Las puertas de los recintos dos recintos nos parecen casi la definición del concepto de acceso. El muro se eleva sobre la coronación del recinto y ya se significa, el arco es la construcción de hueco más elemental, ¿su dimensión?, la de los carruajes. Todo el conjunto responde de forma esencial a la definición del concepto, cerrado, protegido. Es lo opuesto al viaje, lo abierto, lo arriesgado, es todo lo que hace falta allí(espacio) y en ese momento(tiempo). El lugar, indefectiblemente unido al objeto, no nace de él, lo trasciende y se justifica con el espacio-temporal del viaje, y con el viaje, la parada, el encuentro.
El bien patrimonial que hemos heredado no se ve representado en el edificio y menos aun por el solar que ocupa en el núcleo urbano. El patrimonio que protegemos en nuestra propuesta se circunscribe a “el encuentro” entre el lugar y el objeto. Este equilibrio de fuerzas ha estado presente en todo el proceso proyectual.
El objeto, pobre y deteriorado se nos ofrece como material de trabajo para que lo específico de aquel lugar vuelva a recuperar la presencia histórica que tuvo. El uso público al que se destina el edificio es acertado, rehabilitador y necesario. El cruce singular de actividades, en la red vital del entorno urbano, social, y económico focaliza este punto como paradigmático. Quizá, el concepto de la distancia ha cambiado, pero los encuentros se siguen materializando a la sombra de alguna acción o actividad, antes, la parada, ahora el espectáculo, la cultura, el encuentro entre la administración y el administrado.
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