Hace más de ocho años que realicé un reportaje en el Kursaal de San Sebastián. Lo recuerdo por desarrollarlo durante cuatro días muy lluviosos y nublados. El resultado tiene el sello inconfundible de la diapositiva Velvia 50 (Fuji) y el color del norte, que tan distinto es a la luz cegadora del sur con la acostumbro a trabajar.
El encargo del reportaje procedió de la (entonces) recién creada revista Pasajes. Gracias a la confianza del director, José Ballesteros, me dieron esta gran oportunidad. Era el número 13, costaba 350 pesetas y fue mi primera portada en España. Entonces trabajaba con una Sinar F2, sobre placas Velvia 50 o Provia 100F, ambas de Fuji. La gama óptica era de Schneider (45mm, 65mm, 90mm, 150mm), un poco escasa pero era de lo que tenía en mi mano. Ahora dispongo de 9 objetivos (Schneider y Rodenstock) que me dan más posibilidades expresivas que entonces.
La fotografía que abre esta noticia la hice tras escuchar en una conferencia a Rafael Moneo, contar lo de las rocas varadas al mar. Aquello en la cabeza de un alumno en pleno hervor, era algo revolucionario. La fotografía solamente ilustraba aquello que escuché entonces.
Si observas la arena que hay en la base de la fotografía, está totalmente saturada, muy mojada, pero decidí hacer la foto en este momento en el que el agua borra todas las huellas y la deja lisa. Esperé demasiado tiempo, tanto que el trípode comenzó a hundirse en la arena e inmediatamente despues de realizar el disparo una fría ola del Cantábrico mojó mis piernas hasta la rodilla. El resfriado mereció la pena.