ARQUITECTURA COMO DESVÍO PROVISIONAL
– procediendo por la ruta del jamón
No teníamos suelo. Recibimos un solar que ni siquiera existía, por lo que tuvimos que inventárnoslo. Dado que nadie se ponía de acuerdo respecto al límite jurídico del suelo en aquel área, decidimos situarlo en una delgada banda que parecía ser tierra de nadie. El edificio no pertenecía claramente a lo urbanizado como
cívico, pero tampoco a la carretera, porque no era ni calzada ni arcén. Tampoco pertenecía a lo rústico como encinar, ni a la pista de fútbol como posible banda. Quizá fuera un poco de todas estas cosas, con lo cual se complicaban nuestros primeros acercamientos al proyecto. Todo empezaba así de una forma difusa, ambigua, como todo aquello que se sale de su sitio y que no se sitúa donde a priori le dictaría su supuesta naturaleza.
Se trata de una intervención minúscula en una aldea de la Sierra de Huelva, un consultorio local de tan sólo dos consultas. Propusimos una arquitectura cuya única pretensión fuera la de trabajar desde las propias contradicciones que ya encontrábamos de partida, esto es, asumiendo honestamente que siempre existiría
una multiplicidad de deseos encontrados, tanto en su origen, como en nosotros, como en las prácticas heterodoxas de los habitantes. En función de la multiplicidad de deseos expuestos y de la aceptación de estos por el equipo, el edificio se fue moldeando sobre el emplazamiento buscando su propia respuesta. Se abrió en cuña a la carretera para configurar un apeadero, se dobló en la parte trasera para crear un espacio protegido para contemplar el fútbol y se inclinaron las cubiertas permitiendo huecos altos, asomándose al perfil de la
sierra y de los pueblos, de manera que los pacientes no eran vistos pero estos sí tenían contacto con la naturaleza exterior. En definitiva, se prepararon un conjunto de escenarios que pudieran ser transferidos a los habitantes de la aldea.
Sabíamos que muchos de los deseos que proponíamos se enfrentarían a los deseos de los que merodearían por allí más adelante, ya sea con lanzamientos de piedras, paseos por lugares indefinidos, aparcamientos indebidos, sesteos de cerdos, o lo que entonces surgiera. Ocurre a menudo que cuando se construye algo con un fin demasiado explicito, como un banco de un parque, el usuario se ve tentado a utilizarlo de un modo alternativo, es decir, sentándose sobre el respaldo y con los pies en el asiento. Esto no tiene porque ser una rebeldía estéril. Seguramente el banco estuvo al sol o nadie lo limpió nunca, y por ello se buscó un modo de uso alternativo. Es por eso no confiábamos en unas ciertas relaciones determinadas, sino en establecer unas pautas básicas para que se dieran posibilidades de apropiación, porque para nosotros mismos la mayoría de
las relaciones que allí ocurrirían sólo saldrían a la luz más adelante, a lo largo de una prolongada práctica, a través de la cual surge la normalidad.
Entre la problemática del solar y otras de tipo burocrático visitábamos a menudo el lugar. Hacíamos fotos de texturas naturales, de recorridos, de formas casualmente encontradas. Nos encontramos con un imaginario que para nosotros, gente de ciudad, nos parecía inexistente o más bien extinguido. Apareció ante
nosotros toda la riqueza de lo que se denomina comúnmente como rural. En realidad, ninguna de estas referencias las hemos utilizado directamente en el proyecto, pero empezamos a entender que nuestro compromiso con la edificación no podía ser ya meramente social, la acción de dotar de un nuevo ambulatorio.
Fue como una especie de idilio que surgió en nosotros cuando empezamos a apreciar todo aquello. Reconocer que las encinas tenían una belleza cercana y táctil.
Durante los últimos 30 años la arquitectura andaluza ha estado embarcada en un proyecto cultural, cívico y de socialización que a través de la arquitectura ha dejado notables resultados, y que han constituido en gran medida la modernización más o menos generalizada de nuestra región. Hoy día, los proyectos, por modestos
que sean, están también definidos por unas condiciones globales que van más allá de las perspectivas de este proyecto antes citado. Esto no quiere decir nada más que ahora haya un nuevo comercio de modelos a nivel mundial, un libre mercado de lo que se lanza desde Holanda, Suiza, Japón o Estados Unidos, y que
manipulamos ambivalentemente, sino que se debe respetar a nivel global un compromiso con los otros objetos y otros seres vivientes (y no sólo con los humanos) que conforman nuestro entorno. En otras palabras, formular un compromiso natural y no sólo social en el que los otros podrían convertirse en
aliados.
El proceso ya ha comenzado. La arquitectura ha dejado de imponerse técnicamente como la vieja producción de espacios socializadores y ha pasado a un plano de fondo, donde lo que aparece, entre los resquicios de lo otro, es aquello que en realidad le es su soporte, es decir, las otras infraestructuras, la gente caminando por el borde, el encinar, los cochinos. La arquitectura allí no puede surgir como la técnica que soluciona un problema, sino como una mediación provisional, la medida de apropiación momentánea, reversible, transitoria, que muestra y restablece las cuentas con todo lo frágil del mundo físico y sensual. La arquitectura es ahora un lugar de paso, y el aposentamiento y acomodación en su escenario físico es tan sólo uno de los gradientes de nuestra vida, allí donde la arquitectura sólo puede entenderse como estacionamiento provisional.
Arquitectos
Colaboradores
Antonio Garcia Lopez (autor) , Valentini Kaimakis (autor), Ignacio Fernández Torres (autor)
- Fecha de terminación
- 2006
- Ubicación
- Aldea de la Veredas s/n, Sierra de Huelva
Almonaster la Real HUELVA
España
- Categoría / tipología
- Obra | Terminada | edificación
- Arquitectos técnicos
- Juan Pedro Oltra Álvarez-Ossorio
- Fotógrafo
- Jesus Granada
- Promotor
- Ayuntamiento de Almonaster la Real + Servicio Anda