La parcela en la que se asienta el edificio es perfectamente rectangular. Sin embargo esta regularidad no se corresponde con una isotropía de sus bordes. Mientras al este se vuelca al río, al oeste lo hace al interior del Club, al sur al salón social y al norte con el vecino Club Mercantil. En cuanto al programa, se exige una diferenciación de usos entre socios y equipos deportivos que, junto a la profunda asimetría del lugar, determinan la propuesta. Se adoptan una serie de claras premisas de partida: aceptación del límite de servidumbre de protección como límite de la edificación; búsqueda de la mayor compacidad y simplicidad volumétrica; fijación de los niveles actuales del vial superior y la plataforma inferior. Mediante la dualidad de usos y la separación de niveles, se determina la organización del edificio como superposición de dos plantas iguales, en la baja se acomodan los equipos deportivos, en contacto con el terreno permitiendo extender el gimnasio al exterior, y en la alta los socios que disfrutan de unas espectaculares vistas del río. La imagen del edificio acentúa la asimetría descrita. Una envolvente pixelada define el sencillo y hermético volumen hacia el Club, mientras hacia el río el edificio muestra una fachada acristalada que actúa como un espejo reflejando el excepcional paisaje del entorno, metamorfoseándose con él, en lugar de camuflarse en el mismo.
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