A poco que buceamos en la historia nos damos cuenta como el trazado de la Calle Martínez Molina ha sido, y sigue siendo, un eje de importancia artística, cultural y religiosa de notoria importancia, por lo que impregnada de la esencia del Jaén antiguo hoy es paso obligado de todo aquel que realmente quiera conocer la ciudad.
Es evidente como a lo largo de su recorrido se han dejado caer edificios y plazas que constituyen una arteria con dilataciones y contracciones en donde la actividad cotidiana nos muestra “huellas” del pasado. Es pues aquí donde tenemos que intervenir, y es precisamente en su centro geométrico donde se enclava la Plaza del Rosales, que analizada con rigurosidad se muestra en el recorrido como un gran ensanche, el cual a pesar de su estratégico posicionamiento y su tamaño considerable pasa un tanto desapercibida, motivada tal vez por los restos del antiguo cine que ha dejado como rúbrica un muro de dimensiones exageradas.
Así pues el proyecto pretende reactivar este espacio, haciendo de él un punto esencial en el “paseo por lo antiguo” y recuperar situaciones anteriores que por el devenir de la historia se han perdido. Se trata de hacer que la Plaza del Rosales se integre como una pieza más en la diáspora de elementos que existen y se complementan desde que salimos de la puerta de la S.I. Catedral hasta que llegamos a la Puerta de Martos.
Se plantea la posibilidad de retrotraernos en el tiempo y hacer del Rosales lo que ya fue, queremos generar un espacio público útil, esto es, lleno de gente, y nos parece atractivo pensar que vuelve el cine de verano, que nuevamente se proyectarán películas y que la gente se volverá a aglutinar en este punto de encuentro. El proyecto busca retratar el ayer y hacer que lo que se perdió cobre sentido planteando actividad y movimiento, haciendo del lugar un sitio vivo, que conecte con la idea de potenciar el Centro Histórico como reflejo de lo que somos los ciudadanos.
El proyecto al desdoblarse en dos piezas abriga un espacio semi-cerrado que ha sido pensado para que se puedan proyectar imágenes directamente sobre su cerramiento, con lo que conseguimos generar un pequeño e improvisado cine veraniego, derivado de la nostalgia del ya desaparecido. En la intervención tendrá un protagonismo diferenciado la cubierta, puesto que de manera generalizada el proyecto no es otra cosa que un plano elevado y una rampa cuya intención principal es posibilitarnos a mirar por encima del muro existente. Así la rampa, aún asomándose tangencialmente a la Calle Coronada lo que insinúa es una invitación a descubrir una cota superior a la de la propia plaza.
Por otro lado, la cubierta propiamente dicha nos permite descubrir lo que tapa el muro, esto es, la ciudad que al ir perdiendo cota topográfica se derrama a sus pies y por supuesto las vistas de la cada vez más lejana Vega y la imagen verdo-terrosa de Sierra Mágina y San Cristóbal.La cubierta se despega del muro para generar un jardín sembrado de rosas que contribuyen a buscar lo que denominamos como “espacios de olor”, a la vez impiden el contacto directo con el elemento evitando así vulnerar la intimidad de los vecinos medianeros.
El nombre de la plaza incita a ser consonante con la percepción que aquí deberíamos de tener, es por ello por lo que se incluye en la actuación una serie de pequeñas jardineras a modo de parterres en donde se sembrarán rosas con que generamos enriquecemos el ambiente con lo que hemos denominado como “espacios de olor”, que serán complemento ideal del jardín trasero proyectado contra el muro.